Las finales, con la doble confrontación entre Andalucía y Cataluña, fueron dos partidos excepcionales. En ellos hubo emoción (por cuatro puntos ganaron las chicas de Iván Rodríguez y por uno los chicos de Antonio Navas) y muy buen juego que se tradujo en un aluvión de puntos: 80 a 79 fue el resultado de los chicos y nada menos que un 92-88 el de las chicas. Los equipo más regulares del campeonato se dejaron lo mejor para la jornada final, cuando más ojos estaban puestos en ellos.
«Este es el amanecer del baloncesto de ataque». Son palabras de Josep Bordas, director del Programa de Detección y Formación de Talentos de la FEB. Me lo dijo nada más llegar a San Fernando. «Te vas a divertir». Y vaya si lo hice. Abundaba Bordas en la página web de la FEB que «esta generación tiene la virtud de que, a partir de una clara vocación ofensiva, ejecuta los movimientos básicos de bote, pase y tiro con una velocidad y un ritmo inusuales en estas edades. Esto hace que esta generación tenga un atractivo muy especial». Ya lo creo que lo tiene.Josep Alemany, su homólogo en el baloncesto femenino, destacaba de que «a pesar de que se han podido ver muchas variantes defensivas, ha vencido el talento ofensivo, sobre todo por la mejora del tiro exterior».Baloncesto al ataque, baloncesto divertido. De los 46 partidos que se han disputado en categoría masculina, alguna de las dos selecciones ha superado la barrera de los 70 puntos en 54 ocasiones; 31 veces lo superaron en categoría femenina. Si subimos la cifra hasta los 90 puntos –guarismos que no se ven con mucha asiduidad en el baloncesto adulto de élite– resulta que 15 equipos lo lograron en chicos y 7 en chicas. Los míticos 100 puntos los alcanzaron los chicos en cinco ocasiones (dos Castilla La Mancha y una vez Aragón, Cataluña y Andalucía). Las chicas de Canarias fueron también centenarias. Este campeonato se disputan seis periodos de 8 minutos, pero a reloj corrido, con lo que el tiempo total viene a ser como el de un partido de cuarenta minutos.Pero por encima de los resultados, en esta competición lo que se busca –y se consigue– es que el baloncesto se eleve por encima de los resultados y lo que prime sea la exaltación del deporte, la convivencia entre los jugadores y jugadoras. La pasión –a veces excesiva– queda para las gradas, para los familiares; entre los jugadores todo es compañerismo y amistad; los aplausos con los que las selecciones que almorzaban en el inmenso comedor del Bahía Sur recibieron a los chicos y chicas de Cataluña, que venían de perder dos finales, fueron el mejor bálsamo para unos jugadores aún conmocionados. Afortunadamente ellos viven el baloncesto de una forma mucho más lúdica y descargada de tensiones. Quedan para el recuerdo las horas en la cancha, para las que se han preparado tanto, y quedan las horas en los apartamentos del complejo hotelero conociendo a otros jugadores y jugadoras de otros lugares con los que se volverán a encontrar a lo largo de sus trayectorias. San Fernando fue, un año más, el principio de muchas cosas para los pequeños grandes baloncestistas que allí estuvieron.